Una pasión
Por suerte, durante muchos años no resulta necesario saber
para qué se vive. Hay mucho para hacer y las posibilidades son incontables,
cuanto menos en la teoría. Son épocas en que, potencialmente, podemos ser
astronautas, maestros de escuela, artistas, políticos, gigolós, buzos tácticos,
médicos, espías, paleontólogos, generales, etc. El único límite es la imaginación. Conviven,
con esas alternativas casi infinitas, las salidas con los amigos, la noviecita,
los levantes, la universidad, el primer trabajo, el casorio. Son tantas las
cosas que parece imposible poder encajarlas en tan escaso tiempo. Después vienen
los hijos y las preocupaciones por ellos. El tiempo sigue siendo insuficiente. Algunos
se meten, antes o después, en la carrera por el ascenso laboral, primero, y
social, después. Otros, los más afortunados, logran trabajar de lo que les
gusta. Hay personas para las cuales el laburo y/o la profesión da la motivación
suficiente para seguir tirando del carro sin hacerse preguntas incómodas. Los
que por suerte, o por desgracia, no somos movidos por ese motor anímico, tendemos
a sentirnos prematuramente insatisfechos. Entonces buscamos aquí y allá algo
que ayude a prender la llama de alguna pasión dormida. Lo malo es que con los
años se hace más difícil apasionarse y las más de las veces uno termina su
existencia sin saber bien para qué se levanta cada mañana.
El que aquí escribe tuvo la gran suerte de
encontrar una pasión: los perros. Mejor dicho, el sufrimiento de los perros.
Imagino a un lector levantando las cejas, un poco desilusionado
por lo que va siendo el desenlace de un posteo que prometía algo mejor. A ese supuesto
lector le digo que puedo entenderlo, porque si bien nunca he sido un
insensible, no hace mucho que me enteré del infierno que viven millones de
animales. ¿Qué podría ocuparme de los niños, de los viejos, de los canguros o
de los albatros? Claro que sí, pero a mí se me dio por los perros. Podría dar
mis razones, pero son las mías y sirven para mí. No es que sean secretas, pero
muy posiblemente al resto no lo sensibilice lo que me sensibiliza a mí. Además
no siento que deba justificarme. Sólo diré que para mí todas las vidas son
igual de importantes. Sepan perdonar.
Me queda ahora encontrar el modo de convertir esa necesidad
de ayudar en ayuda concreta. No me parece que sea un camino exento de
incomprensión y de egoísmo, mucho menos de enfrentamientos, pero si logro aliviarle
la vida a un solo perro o si logro crear consciencia en una sola persona, esto habrá
valido la pena. Porque “Quien salva una vida, salva al mundo entero”